Durante el embarazo la placenta se encuentra adherida a la pared del útero, y unida al bebé por medio del cordón umbilical. Proporciona la vía a través de la cual el alimento y el oxígeno son transmitidos de la madre al bebé, y se eliminan las sustancias residuales.
Luego de nacido el bebé, el útero deja de contraerse para poder «relajarse» luego del esfuerzo agotador del parto. En unos pocos minutos comienza a contraerse nuevamente. Estas contracciones liberan a la placenta de la pared uterina, y luego la presionan hacia la vagina, por donde es expulsada.
Una vez que la placenta es expulsada, quien te asiste en el parto curará la episiotomía, en el caso de que te hayan practicado una, con algunas puntadas que tu cuerpo absorberá de entre 15 a 20 días. El asistente controlará a tu bebé cuidadosamente, y lo traerá de vuelta para que puedas tenerlo en tus brazos. En las siguientes horas, el personal controlará tu presión sanguínea y la pérdida de sangre que se haya producido en el lugar de la placenta y del útero.
A pesar de sentirte cansada por el trabajo realizado durante el parto, probablemente será tan grande tu excitación que no podrás dormir. Y luego de comunicarte con amigos y parientes para contarles la buena noticia, tú y tu marido estarán deseosos de pasar un tiempo solos junto al bebé.
Rebista