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Trabajo de parto

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El proceso del trabajo de parto y del nacimiento por lo general se divide en tres fases:

Primera fase:
La primera fase del trabajo de parto se extiende desde el comienzo del trabajo de parto hasta el momento en el que el cuello del útero se encuentra completamente dilatado (abierto).

Segunda fase:
La segunda fase comienza en este momento y culmina con el nacimiento del bebé.

Tercera fase:
La tercera fase abarca desde el nacimiento del bebé hasta la expulsión total de la placenta.

Tu cuerpo está listo mucho antes de que comience la fase primera. El útero – el hogar del bebé desde la concepción hasta el nacimiento – cambia y se prepara para funcionar eficazmente durante el trabajo de parto y el nacimiento. El útero es un órgano hueco del tamaño de una pera cuando no estás embarazada. Al final de tu embarazo, su capacidad aumenta como 500 veces más de la normal; en peso, aumenta hasta 900 gramos. Las fibras musculares que forman el útero crecen hasta 10 veces más de su grosor original.

Las dos partes que constituyen el útero son el fundus (la parte superior), que crece y se hace más delgada a medida de que progresa el embarazo, y el cuello del útero (la apertura), que es largo y grueso. Durante el trabajo de parto el fundus se contrae, y el cuello del útero se hace más delgado y se dilata para dejar pasar la cabeza del bebé.

El útero es uno de los músculos más fuertes de tu cuerpo, y puede contraerse poderosamente durante el trabajo de parto. Sin embargo, este músculo se ha contraído con anterioridad en tu vida; puedes haber sentido sus contracciones en forma de calambres durante la menstruación.

Durante el embarazo, especialmente hacia el final, el útero se contrae a intervalos irregulares por 25 segundos. Estas contracciones, llamadas “contracciones Braxton Hicks”, en honor al ginecólogo del siglo XIX, quien fue el primero en describirlas. A diferencia de las contracciones que sentirás en el momento del parto, las contracciones Braxton Hicks no se van haciendo más cercanas progresivamente. Son por lo general dolorosas; probablemente las sentirás tensas en el abdomen. Condicionan tu útero para el trabajo de parto e incrementan la circulación de la sangre hacia la placenta.

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